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lunes, 3 de noviembre de 2008

Un campeón con experiencia



Un campeón con experiencia

Kenneth Copeland


"Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán."
– Isaías 40:31


¿Sabía usted que la fe tiene el poder de rejuvenecer su cuerpo? Así es. Tenemos un ejemplo de eso en la vida de Sara. La mayoría de la gente no entiende todo el alcance que tuvo lo que Dios hizo en la vida de ella, lo único que sabe es que Dios le dio un hijo en la vejez.


Pero si analizamos el relato, veremos que hubo mucho más. Cuando Sara echó mano, por la fe, de la promesa Dios, la fe empezó a restaurar su cuerpo a tal punto que cuando el rey Abimelec la vio quiso tomarla por esposa. ¡Imagínese tal cosa! A los 90 años de edad, ella era tan hermosa que ese rey la quería en su harén. Y eso no es todo, después de que dio a luz a Isaac, la Biblia dice que ella lo amamantó hasta que fue destetado, y vivió hasta cuando Isaac ya era muchacho.


Ahora, yo no le estoy diciendo que usted puede tener un bebé a los 90 años como lo hizo Sara. Ella recibió una promesa especial de Dios. Pero sí le digo que si cree que Dios puede restaurar su fortaleza y salud en su vejez, Él lo hará. De hecho, el Salmo 103 dice que uno de los beneficios que vienen de Dios es la salud. Dice también que Él llenará su boca de cosas buenas para que usted sea renovado como el águila.


El deseo de Dios es que usted en su vejez sea campeón poderoso y experimentado en la Palabra y que su fortaleza sea renovada por la fe. Empiece a confesar eso hoy mismo. Llene su boca con las promesas de Dios; diga: "Alabado sea Dios, mi juventud se renueva como el águila". Y cuando su labor en la tierra llegue a su fin y usted parta para el cielo, su partida no será un simple desvanecimiento, sino que partirá de aquí cubierto de gloria, como el vencedor que Dios quiere que sea



Salmos 92 (Nueva Versión Internacional)



Salmo para cantarse en *sábado.



1 ¡Cuán bueno, Señor, es darte gracias y entonar, oh *Altísimo, salmos a tu *nombre;

2 proclamar tu gran amor por la mañana, y tu fidelidad por la noche,

3 al son del decacordio y de la lira; al son del arpa y del salterio!
4 Tú, Señor, me llenas de alegría con tus maravillas; por eso alabaré jubiloso las obras de tus manos.

5 Oh Señor, ¡cuán imponentes son tus obras, y cuán profundos tus pensamientos!

6 Los insensatos no lo saben, los *necios no lo entienden:

7 aunque broten como hierba los impíos, y florezcan todos los malhechores, para siempre serán destruidos.

8 Sólo tú, Señor, serás exaltado para siempre.
9 Ciertamente tus enemigos, Señor, ciertamente tus enemigos perecerán; ¡dispersados por todas partes serán todos los malhechores!
10 Me has dado las fuerzas de un toro; me has ungido con el mejor perfume.

11 Me has hecho ver la caída de mis adversarios y oír la derrota de mis malvados enemigos.
12 Como palmeras florecen los justos; como cedros del Líbano crecen.

13 Plantados en la casa del Señor, florecen en los atrios de nuestro Dios.

14 Aun en su vejez, darán fruto; siempre estarán vigorosos y lozanos,

15 para proclamar: «El Señor es justo; él es mi *Roca, y en él no hay injusticia.»

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