En el mundo en
que vivimos, tenemos que atrevernos a expresarnos como cristianos que somos. El
mundo no está pendiente si nos ofende o no con su conducta, pero algunos
cristianos sí están demasiado pendientes de que nadie se ofenda si ponen música
cristiana, o si oran antes de comer en un restaurante.
El Cristo al
que le servimos ofendió a mucha gente. En una ocasión le dio coraje, y cogió un
látigo y viró las mesas. Le decía a dos o tres: Hipócrita; eres un sepulcro,
por fuera estás bien, y por dentro estás podrido; eres una serpiente. No todo
el mundo lo amaba, lo trataron de apedrear, y terminaron matándolo.
Nadie puede
detener tu expresión pública de que eres un hijo de Dios, y el mundo entero
debería saber que tú renunciaste a la nueva vida y perteneces a un nuevo grupo.
Jesús dijo a
sus discípulos que fueran a las naciones a hacer discípulos, bautizándolos, y
enseñándoles a guardar sus mandamientos. El mensaje de la iglesia no termina en
el mensaje de redención, sino que tiene que seguirle un mensaje de
transformación.
Dios crea al
hombre, a su imagen y semejanza, con el propósito de que tenga dominio. Cuando
el hombre peca, se tiene que activar, ya no el plan de dominio, sino el plan de
redención, completado por Cristo cuando muere en la cruz del Calvario, y
resucita, reactivando así el plan original de dominio. Por eso Cristo dice a
sus discípulos que toda la potestad le fue dada.
Tenemos que
predicar salvación para que la gente sepa lo que Dios ya hizo por ellos en la
cruz del Calvario, pero después de ahí es que comienza nuestro trabajo, ahora
hay que enseñarles a que guarden los mandamientos.
El problema es
que pensamos que las enseñanzas bíblicas no son prácticas. El mundo ha
proyectado la biblia como un libro que está fuera de moda, porque hay ciertas
cosas que no entienden dentro del contexto. Pero todas las cosas que el mundo
necesita hoy, están en la palabra del Señor.
A veces es más
fácil solucionar situaciones con cosas externas, en vez de hacerlo con cambios
internos. Es más fácil repartir profilácticos, que enseñar abstinencia. El
mundo busca soluciones externas, cuando el problema es adentro.
El problema es
que pensamos que las enseñanzas de la biblia son obsoletas, que son
irrelevantes. La gente quiere usar el Antiguo Testamento para justificar esto,
pero las cosas que están en el Antiguo Testamento son relevantes para el día de
hoy.
Las leyes que
aprendemos a través de la palabra del Señor son leyes de vida.
En Tito 2:11 se
nos dice que la gracia se manifiesta para salvación, para que renunciemos a las
cosas del mundo, y vivamos sobria, justa y piadosamente. Cuando eres enseñado
en la palabra, lo que se te enseña es a vivir de esta manera, bajo el carácter
divino.
El problema que
tenemos en la iglesia son los extremos. Hay gente que condena a cristianos por
no hablar en lenguas, pero es preferible un cristiano que no hable en lenguas,
pero que sí manifieste el fruto del espíritu. ¿De qué sirve un cristiano que
hable lenguas y que sea un amargado, con odio? El fruto del espíritu es
paciencia, mansedumbre, y eso hay que enseñarlo, porque no se nace siendo
paciente.
No podemos
enseñar a otros a hablar en lenguas, pero sí podemos enseñar a tener paciencia.
Lo que pasa es que para muchos este tipo de enseñanza es demasiado elemental.
Sin embargo, hay situaciones en tu familia que no se van a resolver con
oración, porque no son problemas de oración, sino que son problemas de actitud.
Hay que interceder, hay que orar, pero la intercesión no cambia los problemas
de actitud.
La palabra dice
que tenemos que enseñar a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos. ¿Por
qué? Porque el mundo ha enseñado lo contrario. A la iglesia le corresponde
enseñar lo que Dios dice.
Jesucristo te ama y nosotros también
Expandiendo La Palabra מריחה את המילה.