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miércoles, 18 de julio de 2012

¿Dónde Está tu Tesoro?


El enemigo quiso cambiar la identidad del pueblo de Israel como hijos de Dios. Dios tiene que levantar a Ciro, quien cumple la profecía que se había dado de que el pueblo de Israel estaría esclavizado en Babilonia por setenta años, y de que Dios tornaría aquello.
Cuando miramos la historia de la cautividad babilónica, más que una cautividad física, era una cautividad mental, era una cautividad de pensamiento, era una crisis de identidad.
A Daniel quisieron cambiarle el nombre, quisieron que hablara otro lenguaje, querían que comiera otra comida; porque si le cambias el nombre, el lenguaje, y la comida a una persona, la cambiaste para siempre.
Nabucodonosor escogió los príncipes, los más inteligentes, y los castró, para que no se reprodujeran. Les cambió el nombre, les cambió el lenguaje, y les cambió la comida. Daniel no permitió eso. Otros cedieron a la cultura, cedieron a la moda, y quisieron vivir más fácil, pero a Daniel no le importó que lo tiraran al foso de los leones; él sabía que de ahí Dios lo iba a sacar, y que el sueño que Dios había depositado en él no iba a morir.
De la misma manera que Daniel no moriría en el foso de los leones, la quiebra no acaba contigo, el divorcio no acaba contigo, ese problema no acaba contigo.
Ciro dio la orden de que el templo se reconstruyera, porque lo primero que hizo Nabucodonosor para esclavizar al pueblo judío en Babilonia fue quitarles el deseo y la razón por la cual caminar hacia Jerusalén.
Lo primero que hizo Nabucodonosor fue sacar el tesoro, y dice la palabra que donde está tu tesoro está tu corazón. Nabucodonosor saca el tesoro, se lo lleva, y lo pone en Babilonia. Ahora no había razón por la cual peregrinar hacia Jerusalén, porque en la mente de ellos no había nada valioso allí, porque lo tenía ahora Nabucodonosor. Así que ahora no había deseo de peregrinar, de caminar, de ir a Jerusalén a adorar a Dios.
Cada vez que el pueblo iba a Jerusalén, iba para una fiesta. En aquellos tiempos no era un martirio dar una ofrenda, no era un martirio vestirse y caminar para ir a la iglesia. Y en el camino hacia Jerusalén, el pueblo recordaba lo que Dios había hecho cuando los sacó de Egipto, por ejemplo. Ese peregrinaje es el que hacía al pueblo soñar, y fue eliminado, por lo que el pueblo perdió la razón por la cual viajar a celebrar a Dios.
Lo mismo pasa hoy día. Para algunos es un martirio ir a la iglesia; vestirse, salir, el servicio es muy largo, el recogido de la ofrenda, todo se les hace pesado.
Cuando el enemigo nos logra quitar ese deseo de ir a la casa de Dios, comenzamos a dejar de soñar, y comenzamos a tener ideas erróneas, pensamientos incorrectos, que en vez de llevarnos al destino que Dios tiene para nuestras vidas, lo que hacen es detenernos en nuestro caminar, y detienen nuestro potencial.
Nada ni nadie debe hacer que tú dejes de caminar hacia la casa de Dios, porque es en ese camino que tú sueñas.
Nunca permitas que el mundo decida dónde está tu tesoro. Si el mundo ha movido tu tesoro al lugar incorrecto, Dios va a traer a un Ciro que va a decir: Devuélvanle todo lo que le pertenece, y pónganlo en la casa de Dios, para que comience el peregrinaje una vez más.
Nunca dejes de hacer el viaje a una fiesta. La fiesta no es tanto lo que importa, sino el viaje para la fiesta, porque es el viaje, el recorrido, el que te hace elevarte a un nuevo nivel. No dejes de caminar hacia el lugar de tu encuentro con Dios. Cada vez que vayas a la casa de Dios, míralo con fe, y tu boca se va a llenar de risa, tu lengua de alegría, tu vida será diferente, porque habrás salido de la cautividad.
Y cuando más frustrado estés, camina con tu familia hacia la casa de Dios, y vayan contando las cosas grandes que Dios ha hecho con ustedes para que puedan volver a soñar, sabiendo que el que lo hizo ayer, lo volverá a hacer. Tomado de la página de  Otoniel Font.com
Publicó: Enrique Botello. Expandiendo La Palabra   מריחה את המילה                  Recuerda Jesucristo te ama. Y nosotros también.

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